Fanática viajo desde Antofagasta (hasta Santiago 1.106 Kilometros) con su mama y dos amigas.
La chica de 15 años dejo botada su gira de estudios y no se mueve del hotel Sheraton, donde se queda el cuarteto alemán.
Los doce carabineros (policías) que resguardan el hotel Sheraton no pueden entender lo que pasa. Un griterío incesante de unas 300 jovencitas tiene el ambiente enturbiado.
Piden con desesperación un saludo, un beso, un cariño, un gesto que sea de Bill, Tom, Georg y Gustav, los integrantes del grupo alemán Tokio Hotel.
Las chicas, con fotos y cuadernos rayados están a punto de pasar las vallas de contención. “We want Tokio Hotel” (Queremos a Tokio Hotel) es su ruidosa e internacional petición. Más cerca de la entrada del hotel, la señora Henriette Villalobos mira con una paciencia entrañable. “Traje a mi hija y dos de sus amigas desde Antofagasta, pero vale la pena el sacrificio”, dice ella.
La revoltosa Antonella esta imparable. “Llegamos a las 9 y media de la mañana. Deje mi gira de estudios por verlos. Quiero conversar con ellos. Me quedo hasta que mi mama me deje, pero no importa, soy capaz de arrancarme por Tokio Hotel”, jura con sus lentes de sol a las 10 de la noche.
Sus partners (compañeras) posan y forman con la mano el símbolo del corazón, muestra inequívoca del genuino amor por la banda. Adentro del Sheraton, los alemanes llegaron hace rato, pero no se muestran.
Igual, basta que se mueva una cortina del Sheraton para que las chicas enloquezcan. “A la hora de cena bajaran a saludar”, es el consuelo de Pamela de 13 años. “No nos vamos ni cagando”, se escucha de fondo y tienen razón. La vigilia por Tokio Hotel va en serio, mientras la señora Henriette espera con una cara de quince metros.
(En la foto: Hasta las 11 de la noche, los fans eran cerca de 300)
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