El calendario nos impone su dictadura y nos recuerda que hace exactamente un año, un día como ayer y un día como hoy, teníamos a los Tokio Hotel en “nuestra casa”. Desplazándose por las carreteras que tantas veces usamos, durmiendo en los hoteles por los que hemos pasado mil veces por la puerta y haciéndonos en definitiva una visita de las que no calientan mucho el sitio pero que quedan en el recuerdo grabado a fuego.
Después de los conciertos suele quedar ese sabor agridulce, esa tristeza contenida, esa confusión por lo vivido, una catarata de emociones de difícil explicación para los no adentrados. Resulta casi imposible explicar la sensación de bienestar que transmite un directo de “los nuestros”.
Tú, que me lees, sabes mejor que nadie a lo que me refiero. Tú, que me lees, sabes que aún a día de hoy, 12 meses después sigues pensando de vez en cuando que quizás deberías haberte esforzado un poco más por ir a otra fecha del Tour en vez de comprarte diferentes ediciones de “Humanoid”, sabiendo que esa compra, la podrías haber realizado después, pero una fecha del Tour es irrecuperable. Estamos ansiosos por poder marcar en el calendario nuevas fechas en el próximo Tour, de poder vivir las mañanas en las puertas de los hoteles, de correr por los pabellones, de sentir el corazón desbocado latiendo en la base de la garganta cuando suena la Intro del concierto, de vivir una vez más esa íntima sensación que tenemos cuando pensamos que uno u otro miembro ha fijado su mirada por unos instantes en nosotros, de sentirnos vivos en un estado de comunión total, de recibir Tokio Hotel en “nuestra casa” una vez más
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